Henrietta Moore, antropóloga.
"Para escapar de la lógica de los "pechos que darán leche" hay que llegar a formas de aprendizaje cultural más sofisticadas".
Margaret Mead, antropóloga.
En la cultura occidental moderna en la
que existe una ideología de la figura mítica de la maternidad, que se
entiende como una relación de amor incondicional e institnticva de las
madres a los hijos, nos resulta difícil aceptar la idea de que en otras,
la maternidad no se conciba y practique de la misma manera.Esto es, que las madres biológicas no cuiden y “amen” a sus hijos como se esperaría de ellas.
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En nuestra cultura, predomina el mito
del amor materno, como si se tratara de un sentimiento ahistórico,
universal y propio de todas las mujeres, o
un hecho instintivo natural,
propio de la feminidad y de la naturaleza femenina. Según esta creencia, el sentimiento materno se manifiesta desde muy temprana edad:
jugando a la mamá, a la casita, a las muñecas etc. Este engranaje simbólico del amor materno se refuerza por los discursos
religiosos, culturales e institucionales,
y a las que no se ajustan a la norma las acusan de estar derivadas de
trastornos mentales o de ser anomalías salvajes o atrasadas.
Si nos remitimos a la antropología y a los
datos etnográficos,
encontraremos culturas diferentes en donde los niños no son
representados ni tratados como seres dulces, inocentes y tiernos; ni las
mujeres están asociadas necesariamente con la maternidad y solícitas y
amorosas guardianas del hogar que la ideología capitalista moderna ha
diseñado como
el único válido para todas las mujeres y todas las familias.
Un
profesor tuareg, en su estancia en Francia, cuenta: "Asistí un día en
Montpellier a un espectáculo sorprendente: pasé el día con una madre y
su bebé. Jamás había presenciado tanto ceremonial por un niño pequeño.
Pañales perfumados, comidas a horas exactas, puntillosísimo equilibrio
alimentario. Al menor gemido, su madre lo tomaba en brazos. Todo el
santo día en un estado de febrilidad, inquietud y tensiones casi
expansivas. Al final del día la madre no podía con su alma. ¿Cómo un ser
tan pequeño puede desparramarse hasta convertirse en objeto de tantas
preocupaciones? Entre los nómadas, desde que cumplen siete años, los
niños son considerados seres responsables.Esta es la razón por la que
todos los niños nómadas han tocado alguna vez el fuego con sus manos y
han dormido sin mantas una noche de invierno."
Entre los datos etnográficos, sólo en una misma isla, Nueva Guinea, se pueden encontrar diversos casos, muy diferentes entre sí:
Los
Arapesh tratan a los bebés como un objeto precioso que
de ser resguardado de todo peligro. La madre los lleva colgando debajo
de sus senos en posición fetal contra su estómago. Cada vez que pide
comida es alimentado con cariño e interés.
Los Iatmil,
tratan al niño casi como si fuese un adulto. Pasadas unas pocas semanas
desde el nacimiento, la madre ya no lo alza y transporta con ella, sino
que lo coloca sobre un taburete alto a bastante distancia, dejándole
llorar bastante antes de alimentarlo.
Entre los Mundugumor,
los niños son transportados en bolsas ásperas sobre los hombros de la
madre. Las madres amamantan de pie, apartando al bebé tan pronto
consideran que han mamado bastante.
El infante alorés, si bien es deseado, es descuidado y
recibe muy poca atención por parte de su madre y de su padre, quienes
pasan mucho tiempo fuera de la casa. Es frecuente que no sea la madre
sino otras mujeres quienes lo alimenten. El niño aprende a caminar con
muy poca ayuda y se pone muy poco énfasis en el control de esfínteres.
Al amamantarlo, cuando se considera que ha tenido bastante, se lo aparta
del seno bruscamente y se comienza a amamatar a otro niño. Esta
continua frustración también se manifiesta en otra costumbre que los
adultos encuentran “divertida”: la de prometerle comida al niño y luego
no dársela.
De acuerdo con la antropóloga Henrietta Moore,
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"no todas las culturas definen a la mujer de la misma manera, ni
siquiera establecen necesariamente una relación especial entre la
"mujer" y el hogar o la esfera doméstica, como ocurre en la cultura
occidental. La asociación entre mujer y madre no es ni mucho menos todo
lo natural que podría parecer a primera vista."
De hecho, en la sociedad contemporánea prevalece la idea de que
la filiación, el parentesco, deriva de un vínculo biológico antes que social.
Esta creencia choca con la procreación asistida: inseminación
artificial, donación de óvulos, préstamo o alquiler de útero,
congelamiento de embriones, fecundación in vitro...¿Cuáles son los
derechos y obligaciones de los padres legales y biológicos? ¿El niño
debe conocer la identidad de los donantes, de quienes alquilan el útero o
aportan esperma?
En algunas poblaciones de Africa,una
pareja estéril puede acordar un pago con una mujer fecunda para que el
hombre mantenga relaciones pos parto y se convierta en el padre legal de
la criatura. Otro ejemplo es la población yoruba de Nigeria, las
parejas de mujeres practican la procreación asistida para concebir
niños que tendrán a una mujer por padre legal y a otra mujer por madre
biológica. El niño conoce siempre a sus progenitores biológicos sin
causarle ningún conflicto.
Por eso, desde la antropología no hay relación entre el vínculo consanguíneo con el término de parentesco.
No se puede dar por sentado que el parentesco se base en la biología,
ni que crea atributos o vínculos sociales y culturales especiales.
En las
Islas Trobiand matrilineal, una mujer se embaraza, según
Maurice Godelier,
"cuando
un espíritu niño penetra en ella y se mezcla con su sangre menstrual.
Por lo tanto, el niño se concibe sin la intervención directa del padre.
Éste desempeña un papel indirecto, pues abre el camino al espíritu niño y
sobre todo, después de la concepción del niño, alimenta al feto con su
esperma y modela la forma.
En cambio, si tomamos el ejemplo de una sociedad fuertemente patrilineal, como la de los baruya de Nueva Guinea,
el niño nace del esperma del hombre que produce los huesos y la carne
del embrión y lo alimenta después. Sin embargo, es el sol, concebido
como el padre de todos los baruya, quien termina de conformar al niño en
el vientre de la madre"
Los baruya invisibilizan así la importancia de las mujeres en la reproducción.
En "Masculino y femenino" Margaret Mead
plantea: "Aunque las mujeres, de hecho, puedan dedicar sólo la mita de
su vida a la crianza o un tercio en las sociedades más longevas, la
mayoría de las sociedades insisten en realzar este aspecto de la
feminidad como el más significativo. En muchas sociedades, las jóvenes
antes de la pubertad y después de la menopausia, son tratadas casi como
hombres. Una sociedad que no define a la mujer como esencialmente
destinada a traer niños al mundo tiene muchas menos dificultades para
derribar tabúes o barreras sociales."
Mead, de hecho, subraya la gran influencia del aprendizaje sobre la reproducción y la maternidad, y demuestra que una mujer puede incluso ser enseñada a no querer ser madre:
"El
pequeño varón comprende que tiene el poder de explorar, construir,
luchar... La niña comprende su potencial para amamantar, llevar en
brazos, cuidar un niño... Para escapar de la lógica de los "pechos que
darán leche" hay que llegar a formas de aprendizaje cultural más
sofisticadas. Las chicas pueden ser formadas en un medio donde cada una
de ellas desee ser un muchacho y rechace ser una chica; y pueden ser
formadas para que ser mujer y tener un hijo sea sinónimo de tener el
propio cuerpo invadido, deformado y destruido."
"Las
mujeres en nuestra sociedad han aprendido que el matrimonio y la
maternidad se dan conjuntamente y que evitar la maternidad significa
evitar responsabilidad."
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Françoise Heritier, antropóloga, en "Mujeres ancianas, mujeres de corazón de hombre y mujeres de peso" añade que en la mayoría de las sociedades,
la esterilidad es objeto de abominación absoluta, pero no en todas. Sociedades como los
nuer de África Oriental
donde una mujer estéril, habiendo sido casada y devuelta a la casa
paterna, puede llegar a disfrutar de tratos y privilegios masculinos y
ser considerada como "hermano" por sus hermanos y como "tío" paterno de
los hijos de sus hermanos.
"Como
tío, estará en situación de formas un rebaño, igual que un hombre, y
recibirá su parte del ganado como dote, como precio por la boda de sus
sobrinas. Con los frutos de su industria podrá pagar una o varias
esposas. Sus esposas la sirven, trabajan para ella, la honran, les
respetan como a un marido."
"La
maternidad es tanto un hecho social como un hecho biológico y no hay
nada en el mismo acto biológico que explique el encadenamiento
ineluctable que, a través del instinto materno, asigna a la mujer las
tareas domésticas y un estatus de subordinación."
Nancy Sheperd-Hughes, en "Muerte sin llanto" argumenta:
"Tal
vez haya un terreno intermedio entre estas dos perspectivas extremas
del amor materno, y los teóricos de la ausencia de amor. Entre estos
extremos está la realidad asentada en realidades históricas y culturales
concretas y limitada por diferentes constreñimientos económicos,
políticos y demográficos"
Esta autora analizó las condiciones de pobreza extrema bajo las que las mujeres del nordeste de Brasil se veían obligadas a dejar morir a sus hijos más débiles, con tal de que sobrevivieran los más fuertes.
"No
estoy diciendo que el amor materno sea deficiente o ausente en esta
comunidad. Intento mostrar cómo el contexto económico, político y
cultural da forma a las emociones. Este análisis puede ser entendido
como una "economía política" de las emociones"
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El tema de la maternidad
es un asunto muy polémico.
Primero porque hay discrepancias en la definición de lo masculino, lo
femenino, la familia y la sexualidad; y segundo, porque en temas como la
familia y la maternidad nadie es neutral. Pero es necesario revisar las
concepciones que se tienen respecto a la maternidad en la cultura
occidental y asumir que
no en todas las culturas ni en todos los
tiempos se han asociado tan estrechamente la figura de la mujer y su
feminidad y de la madre. Como anunciaba
Lévi-Strauss, la
antropología "revela que aquello que consideramos ‘natural’, fundado en
el orden de las cosas, se reduce a limitaciones y hábitos mentales
propios de nuestra cultura.” Por eso, las mujeres están en su derecho de
tener
plena capacidad política y cultural para crear ideas y
acciones en torno a esta compleja función maternal (o no maternal, como
en el tema del aborto). En palabras de Silvia Tubert, psicoanalista,
"la mujer es un sujeto y no un mero sustrato corporal de la
reproducción ni el brazo (o el útero) ejecutor de un mandato social o la
encarnación de un ideal cultural"
Françoise Heritier, "Mujeres ancianas, mujeres de corazón de hombre y mujeres de peso"
Nancy Sheperd-Hughes, "Muerte sin llanto"
Margaret Mead, "Masculino y femenino"